Por  JULIA MESONERO.

 “El recuerdo y sentimiento que conservo de aquellos dramáticos días es el de unos políticos enfrentados,  jugando su particular partida de ajedrez”.

 

Tal día como hoy de hace 16 años, España sufrió el mayor atentado terrorista de su Historia en el que murieron 193 personas y 1.800 resultaron heridas. Aquéllas dantescas imágenes siguen hoy en la retina de todos. Los asesinados eran gente normal, sencilla, que acudía a su puesto de trabajo para sacar a su familia adelante o a sus estudios para labrarse un futuro. Gente alejada de las decisiones importantes y trascendentales que los políticos que ¿nos representan? toman en sus despachos sin consultarnos.

Una vez más, los ciudadanos, las fuerzas de seguridad y las de emergencia  estuvieron a la altura de las circunstancias y, todos a una, se volcaron ofreciendo ayuda, ropa y su sangre para socorrer a las víctimas.  Pero… ¿lo estuvo la clase política?.

Como casi siempre que ocurre algo inesperado, de dimensiones que alteran la vida cotidiana, el Gobierno de turno tarda en reaccionar. Y cuando lo hace, sus decisiones suelen entrar en colisión con las que hubiera tomado la Oposición, fiel a su papel de oponerse a todo que para eso se llaman oposición.  Aunque sea en circunstancias tan trágicas y extremas como las que se vivieron aquél 11 de Marzo de 2004.

El recuerdo y sentimiento que tengo de aquellos terribles días es el de unos políticos jugando su particular partida de ajedrez.

Un partido en el Gobierno noqueado y sobrepasado por los acontecimientos, incapaz de tomar decisiones acertadas como suspender las Elecciones Generales sine díe, creyéndose lo que quería  creer,  -que era un atentado de ETA  porque era lo que más favorecía a sus intereses políticos-, resistiéndose a ni siquiera valorar  que la acción pudiera ser una venganza de Al Qaeda por los devaneos de Aznar con Bush. Un partido en la Oposición  moviéndose como sólo ellos saben hacerlo, -como pez en el agua-  en el conflicto, intentando también sacar rédito político de la situación y dejando correr  el rumor de la autoría etarra del atentado, conscientes de que era lo que iba a tomar como válido el Gobierno por más que el modus operandi apuntara hacia otro lado y en la certeza de que al estrellarse estrepitosamente en la gestión del dramático suceso, tres  días después, arrebatarían el Gobierno al Partido Popular. Y así ocurrió.

Meses después el The Wall Street Journal, uno de los diarios más leídos en Estados Unidos, dedicaba un durísimo Editorial a Rodríguez Zapatero llamándole “El Presidente por accidente”.

Pero la vida sigue y dieciséis años después,  todavía hay muchos aspectos sin aclarar del salvaje atentado, ni los unos ni los otros han pedido perdón a las víctimas por la pésima gestión de aquéllos días, por el bochornoso espectáculo que dieron Gobierno y Oposición. Aquí nadie reconoce nada. Siempre la culpa es del otro, los muertos, víctimas inocentes del terror, el odio y las decisiones mal tomadas, ya nunca  podrán ver cómo sus hijos crecieron y  muchos de los  que tuvieron la suerte de sobrevivir, aún están en tratamiento psicológico por las secuelas de un terrorífico episodio que ha marcado sus vidas para siempre.

Esta tristísima conmemoración, pilla a nuestro país sumido en una nueva, -aunque afortunadamente de consecuencias de momento menos letales-, situación de emergencia y nuevamente los políticos vuelven a dar “lo mejor de sí mismos”. En lugar de remar todos a una para gestionar la crisis del Coronavirus, andan a la greña,  la oposición acusando  al Gobierno de reacción tardía y de ocultar información a los ciudadanos y el Gobierno poniendo a caer de un burro a la Oposición porque dicen que no hacen más que poner piedras en el camino. ¡¡Más madera!!.

Mientras, ante ésta situación que no ha hecho más que empezar, algunos ciudadanos, escarmentados porque no se fían  de sus políticos y piensan que si dicen que no hay que alarmarse, que todo está controlado, es porque ocurre todo lo contrario, corren por los supermercados como pollos sin cabeza llenando los carros con la compra que harían para todo un mes, por si acaso. Paciencia, que todo puede empeorar.