Por JOSÉ LUIS BALBÍN.

«Mi independencia como periodista fue siempre un principio innegociable»

Quiero dedicar unas palabras tras el encuentro de la XXII edición de los Premios Iris, recibiendo el Premio Jesús Hermida a la Trayectoria, que tan  generosamente me otorgan los compañeros de la Academia de Televisión.

Ciertamente, ha sido la mía una trayectoria profesional larga y densa. Desde que con 17 años saliera de mi Pravia natal para matricularme en la Escuela de Periodismo de Madrid, mi vida ha estado dedicada al servicio de esta bendita profesión. Nunca quise ser otra cosa que no fuera periodista.

No ha sido un camino fácil aunque pudiera parecerlo por aquello de que gracias al programa LA CLAVE, mi nombre adquirió cierta relevancia. En el recorrido ha habido muchas piedras, fuertes presiones y largas temporadas en el dique seco. La libertad de expresión e información y el empeño por mantener la independencia como periodista ha sido siempre un principio innegociable para mí. He pagado un precio por ello, sí,  pero llegado a éste punto de mi vida, recién cumplidos los 81, no siento más que agradecimiento por una profesión que me ha dado muchísimas satisfacciones, entre otras, viajar prácticamente por todo el mundo y conocer a personas  excepcionales de las que he aprendido mucho.

Hace siete años sufrí un percance de salud que aconsejó reducir mi actividad profesional  y llevar una vida más tranquila,  pero el interés por conocer lo que ocurre en el mundo, mi defensa del periodismo que pregunta y deja hablar, que escucha y respeta los silencios, que propugna la imparcialidad y huye del sectarismo, que defiende la libertad en beneficio de una sociedad democrática, sigue intacto en mí y sé que me acompañará hasta el último segundo de mi vida.

La profesión no pasa por su mejor momento. Las nuevas tecnologías, nos han traído la inmediatez de la noticia, es cierto, pero tal avalancha de datos hace prácticamente imposible profundizar en nada. Vivimos tiempos de los mensajes breves, titulares atropellados, consignas y vocerío. Afortunadamente, aún quedan reductos para la reflexión y el análisis sosegado lo que me hace albergar la esperanza de  que  más pronto que tarde, las aguas volverán a su cauce.

Y termino ya, agradeciendo a la Academia de las Artes y las Ciencias de Televisión este reconocimiento a la trayectoria que recibo con emoción. Larga vida al periodismo.