Por JOSÉ LUIS BALBÍN.        

  

“El caso es que, -con el paso de los años- cada vez valoro más la bondad, que a menudo me emociona. No es que otros valores como la inteligencia, la memoria, la sociabilidad  sean desdeñables, pero me importan menos. Debe ser decrecimiento de las neuronas, o sea, cosas de la edad.

  

    Poco a poco todos hemos ido acostumbrándonos a la violencia. Bueno, todos, no. Por lo menos, no yo. Y creo que somos bastantes más los que rechazamos esa agresividad epidémica, característica de los tiempos que vivimos, en un constante “crescendo”. Mírese en el orden que se mire, de principio a fin o de fin a principio, de periódico a televisión o de radio a internet, no sólo desayunamos, sino que almorzamos y cenamos con noticias de violencia desmedida, que la mayor parte de la población ha empezado a aceptar como normales considerando que lo normal es lo habitual.

La violencia en cuestión es de todo tipo. El conductor que insulta a otro por una maniobra desacertada que él mismo va a repetir cinco minutos más tarde; el guardia que increpa al conductor como si en vez de aparcar mal, hubiera matado a su madre (a la del guardia); el funcionario  de ventanilla que se dirige al sufriente de la cola como si éste fuese su servidor y no viceversa; el de la cola que se acuerda públicamente de la familia del funcionario como si éste fuera culpable de la burocracia de la normativa…. Eso en cuanto a género menor de violencia. Pero la cosa va mucho más lejos: los grupos de jóvenes que agreden a otros indefensos porque sí, para divertirse; el joven en coche de papá –o suyo propio-, que circula a toda velocidad en fin de semana, con una copa de más y atropellando al personal, la violencia de género, la violencia de algunos padres o madres contra los inocentes niños, los que asesinan directamente a bomba limpia o a tiroteo indiscriminado. Los programas de televisión son cada día más agresivos, más ofensivamente groseros, bastos y escatológicos……

Desde la primera infancia, desde el primer conocimiento, cada uno establece su jerarquía de valores, -que tiene mucho que ver con el razonamiento y las emociones- y va evolucionando con la edad. Recuerdo por ejemplo, la importancia máxima que algunos concedíamos a la inteligencia y a la memoria, cercanas entre sí pero no siempre unidas, a la fortaleza, a la capacidad de comunicación, al triunfo profesional….

El caso es que viendo que la violencia, la sordidez, la pérdida de la escala de valores es el pan nuestro de cada día, con el paso de los años, cada día valoro más la bondad que a menudo me emociona. No es que los otros valores  sean desdeñables, pero ya me importan menos. Debe ser decrecimiento de las neuronas, o sea, cosas de la edad.

Finaliza otro año. Siempre he dicho de mí mismo que soy el pesimista más optimista que conozco. A pesar del panorama sombrío que describo, confío en que la humanidad  enderece el actual rumbo, a todas luces equivocado, (todavía estamos a tiempo)  y surja un nuevo modelo de sociedad  en el que los valores humanistas estén por encima de todo.

PAZ y Feliz Navidad para todos los hombres y mujeres de buena voluntad.