Por CARMELA RÍOS.
‘La clave’.
¿Qué sería del país en el que desaparece el espacio común plural y surgen tantos miniespacios de debate como ciudadanos?
Twitter rindió un merecido tributo a uno de los mejores educadores en democracia en los años de la Transición. José Luis Balbín, fallecido el pasado 22 de junio, adaptó en 1976 el formato del programa francés Les dossiers de l’ecran, llamó al suyo La clave, y puso a España a debatir de lo divino y lo humano en tiempos en que no teníamos muy entrenada la pluralidad de ideas y su intercambio virtuoso. Balbín invitó a voces autorizadas y discordantes, algunas prohibidas o hasta entonces semiclandestinas, para que intercambiaran ideas sobre realidades nunca antes abordadas en televisión: la homosexualidad, la Guerra Civil, el Opus Dei, las drogas, el contrabando, la OTAN…
Los debates podían ser apasionados, pero los archivos consultados no recogen insultos ni descalificaciones. Hubo una excepción, en 1981, cuando, tras un programa sobre la figura de José Antonio Primo de Rivera, cuatro guardaespaldas del falangista Raimundo Fernández Cuesta trataron de agredir al hispanista Ian Gibson. “Cuando uno de ellos empezaba a retorcer la oreja de Gibson, la intervención del propio Fernández Cuesta y el director del programa, José Luis Balbín, impidió que el incidente tuviera mayores consecuencias”, resume la crónica de la época en EL PAÍS.
Eso es lo que está sucediendo. La relación entre la sociedad y sus instituciones ha sufrido una profunda transformación tras la evolución de internet y la irrupción de las redes sociales y su imponente capacidad para generar y alimentar burbujas ideológicas con sus herramientas de microsegmentación y persuasión. Los franceses Jean Louis Missika y Henri Verdier han dedicado a analizar este proceso en El negocio del odio. Internet, la democracia y las redes sociales, un repaso por la tormenta perfecta que están afrontando las democracias. “Los elementos tradicionales por los que una sociedad se reconocía en un saber común, una palabra autorizada o un método compartido ya no funcionan y nada ha venido a sustituirlo. Así ha nacido esta ‘tierra de nadie’ jurídica, política y social en la que se han desarrollado, la conspiración, el odio y las noticias falsas”.
Missika y Verdier piden a la sociedad que abra los ojos y reclaman una regulación adaptada para combatir el peligro de este proceso de fragmentación en cadena que alimenta la polarización: desde la información atomizada que, sin contexto o firma, circula por los móviles a la emergencia del paraperiodismo ideológico tan alejado de las lecciones de Balbín.
Agradecimientos a El País, enlace directo al artículo.