Por  ​ALFONSO GUERRA.

En el declinar de la dictadura del General Franco, la sociedad española, muy por delante de la evolución política, va cambiando el tejido social; se alzan una serie de fenómenos sociales, culturales y económicos que harán posible más tarde la transición a la democracia.

Un país torturado por guerras civiles, golpes militares y largos años de autoritarismo tenía difícil el tránsito a una sociedad democrática. Sin embargo, el empuje del pueblo para forzar el entendimiento de los dirigentes políticos y la disposición de estos a renunciar a los programas maximalistas de las fuerzas políticas alumbró una posibilidad de concordia y respeto.

Hombres y mujeres que habían luchado contra la dictadura y otros que procedían de la estructura autoritaria aparcaron los enfrentamientos para alcanzar un acuerdo que tuvo su expresión cimera en la Constitución de 1978, que logró romper la secular oposición de las dos Españas que clamaron los poetas.

Cuando más tarde los historiadores y ensayistas intentan encontrar la razón, la explicación de aquel acontecimiento que devolvió a los españoles la libertad y la democracia, evocan el espíritu de la Transición, es decir, la actitud que mantuvieron el pueblo y los protagonistas políticos en aquel difícil momento, buscando más el consenso que el disenso.

¿Dónde encontrar aquel “espíritu de la Transición”? No hay mejor escuela que visionar cualquiera de los episodios de La Clave para comprobar que aquellos debates contribuyeron muy seriamente a lograr la serenidad necesaria para resolver un momento histórico plagado de riesgos y peligros.

Fueron más de cuatrocientos debates, en los que se discutía con respeto, cada cual con sus ideas, pero permitiendo la expresión de las ideas de los otros. Ni griterío, ni insultos, un debate limpio e inteligente bajo la dirección de José Luis Balbín, que transmitía una gran serenidad y garantizaba el respeto a todos los pronunciamientos. Una verdadera escuela del saber, que contemplamos hoy con nostalgia gozosa.