Por JERÓNIMO GRANDA

Cantautor

 

“Son muy prepotentes los almacenes de escaleras mecánicas, ignoran que los vendedores ambulantes ya habían inventado el comercio mucho antes que ellos, y también la venta en domingo”.

 

Se criticó y se critica el estilo de vida de los gitanos, nómadas supervivientes en toda Europa y parte de Argentina a través de los siglos. Se les reprochaba que anduvieran en burro, animal que tantos servicios prestó y presta a la Humanidad. La gente decía y dice que a los gitanos no se les puede dar una vivienda digna porque meten al burro y a la cabra dentro, sin que nadie se asombre, de las iguanas, cocodrilos,  boas, loros, tarántulas, tigres, perros, gatos y demás animales que abundan en los áticos, trasteros, garajes y piscinas de las urbanizaciones de moda. Échaseles en cara que usen el carromato, hoy “fragoneta”, para llevar a los pueblos remotos de toda España, entre otras cosas, las rebajas que las “grandes superficies” no les proporcionan porque no se rebajan a tanto, sólo abren las puertas a los “ricos” de las capitales de provincias, el resto, que sufra, mamón, que compre a gitanos y similares en los mercadillos.

Son muy prepotentes los almacenes de escalera mecánica, ignoran que los vendedores ambulantes ya habían inventado el comercio mucho primero que ellos; y también la venta en domingo, a la salida de misa de una, como Dios manda, no como los de El Corte. Los almacenes grandes copian de los romaníes para aumentar beneficios. Los gitanos son fundamentales para la economía y más cosas de Europa y parte de Argentina.

No se reprocha, cómo somos, el comportamiento de los “señores” del cuatro por cuatro, esa otra “fragoneta”, que invaden  pueblos, playas, montes, estaciones de esquí y autopistas con su prepotencia avasalladora, consumista y contaminante, que no prestan ningún servicio a la sociedad, aparte de presumir por las cafeterías cercanas a las pistas nevadas y chiringuitos playeros.

Tampoco gusta de los gitanos que lleven anillos y cadenas de oro, sus ahorros. No se fían de los bancos. Nosotros, mucho menos, pero tragamos. Acordémonos de las alhajas que lucía el payo Gil, que tenía un caballo en casa y a todos nos caía simpático. Por qué un pollino en el salón está mal visto y no la bicicleta estática que, al fin y a la postre, no deja de ser el burro con catalina que usan las señoras de las rebajas y sus maridos para mantenerse en deforme forma, con lo fácil que es montar en borrico, darse una vuelta por el campo y, de paso, disfrutar los caminos de España que tan bien conocen los calós y la Guardia Civil y no los patriotas ibéricos de boquilla y moto todo terreno, por mucho mapa digital de carreteras que desplieguen, pues no tienen norte. Demasiado reloj de diseño.

Si entre los gitanos hay de todo, como en botica, paya, por supuesto, entonces ¿por qué un gitano bailarín, de Sevilla, se pasó cuatro años en pantalla por atropellar y matar a un hombre?  ya pagó en prisión, pero  ¿por qué nos lo metieron por los ojos hasta quedarnos ciegos de odio, mientras que un ciudadano venezolano, vecino de Gijón, que arrolló a treinta y pico personas en una calle peatonal de Oviedo, con graves lesiones para muchos, más o menos por la misma época, es desconocido por los mismos que se hartaron del bailaor? ¿Por qué vemos a uno a lomos de Platero y a otro en un Chrysler de desguace?. Indio no comprender.