Por JULIA MESONERO.    

Periodista.   

Entrevista al segundo clasificado en el I Certamen de Microrrelatos Periodísticos José Luis Balbín.

Su microrrelato BARRO ha resultado segundo clasificado en el Primer Certamen de Microrrelatos Periodísticos José Luis Balbín, ¿Cómo tuvo conocimiento del concurso y que le animó a participar en él?

Conocí la convocatoria a través de internet. Me animé a participar más como un divertimento, para hacer algo diferente.

¿Había participado anteriormente en otros concursos?

Era, creo, el segundo en el que participaba.

¿A qué se dedica profesionalmente y dónde trabaja?

Soy psicólogo, trabajo en una residencia de ancianos.

Dedicándose al mundo de los mayores, ¿Qué le impulsó a escribir sobre el acoso escolar?

Bueno, no me veía capaz de hacer ficción sobre la realidad de mi trabajo, que tan duro ha resultado este último año, pero sí que quería, de alguna manera, reflejar el sentimiento de indefensión, y me pareció que quien sufre acoso escolar lo lleva muy marcado.

Su relato BARRO tiene una gran calidad narrativa. Consigue trasladar al lector, paso a paso, la angustia del protagonista. En un momento dado éste dice A mamá no le importa que a papá le dé igual. Como psicólogo, ¿Qué cree que está fallando en la relación entre padres e hijos? ¿Por qué en ocasiones, los padres son los últimos en enterarse de la tortura que están padeciendo sus hijos?

No sé si puedo dar respuesta a esto. Quizá tendríamos todos que ser capaces de escuchar mejor, de pedir y brindar ayuda sin miedo. De no minimizar ni evitar.

La pasada semana, una niña de 13 años de la Comunidad de Madrid que sufría bullying desde hace 4 años, ha intentado suicidarse tomando 16 pastillas de Diazepam. ¿Cómo es posible que el profesorado de los Centros escolares no detecten éstas situaciones? ¿Qué está fallando también aquí?

Tampoco sé muy bien cómo responder a esto. Fallar, creo que falla todo. Desde el acceso indiscriminado a una medicación como el diazepam por una niña de 13 años, hasta que todo el sistema que funciona alrededor de la víctima permita que una situación así dé inicio entre chicos y chicas de nueve años y se prolongue durante cuatro más.

Al igual que existe un teléfono de ayuda a las víctimas de violencia de género, ¿No debería crearse otro para quienes sufren acoso escolar?

Imagino que la mejor medida es la pedagogía. Que víctimas, padres y progenitores tengan mecanismos para detectar cuándo está sucediendo algo así y qué deben hacer. Y ser conscientes del enorme esfuerzo y la responsabilidad que supone educar.

¿Qué medidas se deberían tomar con los acosadores?

No sé si me veo capaz de responder a esto.

Por último, el hecho de que su microrrelato haya resultado premiado ¿Le va a animar a seguir participando en éste tipo de convocatorias?

Sí, seguramente.

 

SEGUNDO CLASIFICADO
BARRO

Miedo al acostarme, miedo al dormir, miedo por la noche. Miedo al despertar. Miedo al sonar el despertador, al escuchar el inicio de un nuevo día. A mamá no le importa que a papá le dé igual. El estómago cerrado, la mochila un poco abierta. Vestirse, salir, llueve un poco, no podrán conmigo (¿pero qué digo? Ya me han vencido), un paso más, otro.

El miedo es fiel compañero de viaje.

Las caras de los profesores, distantes, compasivas. No quiero distancia ni compasión, necesito soluciones.

Se dibuja el colegio a lo lejos, ya tiemblan las piernas.

A medida que me acerco las risas, los gritos, la lluvia, las prisas, la estridencia, el miedo de nuevo. Nadie repara en mí de momento, bien. Agacho la cabeza, me hago pequeño, otra vez vencido, avanzo.

Entro despacio, en silencio, rodeado de ruido, sólo yo callo. No miro, pero sé que me señalan. El miedo avisa. Ahí vienen. Llega el empujón, el insulto y la carcajada. Al suelo. Alguien me escupe, otro graba. Se llevan mi mochila, la abren, todo al suelo. Me pisan, pisan mis cosas, las rompen.

Se van, ya no lloro nunca, es sólo miedo.

Mierda.