Por MARGIT MARTÍN.

Periodista.

La definición de «debate» que ofrece la Real Academia Española (RAE) nos lleva a la palabra derivada del latín «controversia»: discusión de opiniones contrapuestas entre dos o más personas. ¿A que no ven por ninguna parte falta de respeto, descalificación, subida del tono de voz o gritos?

¿Saben por qué? Porque no hace ninguna falta. Lo que no podríamos ver en televisión hoy en día, es un debate sin ninguno de estos ingredientes. No se puede ganar un debate sin intentar poner la cara colorada al de al lado. Últimamente, hemos tenido muestra de varios debates televisados entre los candidatos a las recientísimas elecciones. Entre las lindezas que se dedicaban unos a otros, destacan: «mentiroso» o «corrupto», y cualquiera de sus sinónimos.

Se supone que somos una democracia más que instituida, con un recorrido cercano al medio siglo, en el que nuestra clase política está más que preparada, con estudios universitarios la mayoría, es esa generación que hace algunos años se bautizó, gracias a una campaña publicitaria, como «JASP», ¿se acuerdan?, Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados. Pues señores, por el camino nos hemos dejado el respeto y la educación, la tolerancia a las ideas del que no piensa como nosotros, la capacidad de escuchar al de enfrente para quedarnos con sus buenas propuestas, que las tendrán.

Por eso, en estos tiempos, más que nunca, es cuando adquieren más valor si cabe programas como en Nº 242 de LA CLAVE, donde José Luis Balbín reunió a los principales y más enconados rivales políticos en las elecciones generales que tendrían lugar unas semanas más tarde, en octubre de 1982. Rivales políticos de todos los colores y todos los lados (PSOE, PCE, Alianza Popular, UCD), políticos que habían pasado las de Caín y que se sentaban a hablar de sus ideas, respetando al que estaba en el otro extremo, que se escuchaban, que ponían en común sus inquietudes e intereses, que aprendían los unos de los otros.

Hoy, que el grueso de procesos electorales en nuestro país han terminado, que todos hemos sentido cierto sonrojo al verles debatir en televisión y nos hemos revuelto incómodos en el sofá de nuestras casas, es muy necesario que recordemos este programa en particular, para que todos aprendamos y veamos de dónde venimos.