José Luis Balbín

Por   JOSÉ LUIS BALBÍN.   

      “Personalmente, me sentía de izquierdas o de derechas y por eso estoy resignado a ser calificado como dudoso por cada uno de los bandos”.

La izquierda  (¿?) calificando a sus adversarios como derecha extrema e identificándolos con la verdadera extrema derecha de tiempos de negro recuerdo, aunque no se parezcan en nada; la derecha (¿?) probando a los suyos un aparente ensañamiento. La izquierda (¿?) arremetiendo contra quienes se declaran eclécticos, recordando aquello de que “quien dice no ser de izquierdas ni de derechas, es que es de derechas”. La derecha (¿?), que los otros están dispuestos a todo, a todo –juego sucio y trampas incluídas- con tal de llegar y mantenerse en el poder.

Personalmente,  me sentía de derechas o de izquierdas, y por eso estoy resignado a ser calificado como dudoso por cada uno de los bandos. Me sentía. Antes. Ahora me siento más en la vorágine de la confusión. Cuando el gobierno de entonces se empeñaba en armar la tremolina bélica sin argumentos verdaderos, tenía claro que aquello no tenía un  pase. Cuando el gobierno de ahora traga nacionalismos como si eso fuera progresía, no me da exactamente la risa, sólo porque la cosa no es como para reírse. Cuando los unos hablan de los otros como si se hubiera desencadenado la guerra civil –aunque hayan nacido bastantes décadas después que yo, que ya nací después- y los otros de los unos por lo mudos que estaban cuando se les necesitaba y hasta por sus cambios escandalosos de chaqueta sólo en los momentos de conveniencia personal…. Cuando a todo eso como si no pasara nada, no es que uno no sea de izquierdas o de derechas, o que no quiera pronunciarse, sino que en cada momento específico tiene que tomar posiciones supuestamente contradictorias, porque siente que todo está trasteado, falseado, engañoso. Muchos se aferran sólo a las siglas –a veces sólo por tradición familiar o por rebeldía también familiar-, empeñándose en que responden a lo que esas siglas representaban cuando nacieron o lo que todavía significan en sociedades menos complejas que las del mundo occidental. Casi siempre por interés personal o, en el más comprensible de los casos, por pasiones viscerales.

     Por poner sólo un ejemplo,  los saharauis, únicos mayormente musulmanes que han probado repetidamente su cariño a los españoles, han sido casi continuamente traicionados por todos los gobiernos. ¿De derechas o de izquierdas? De todos. ¿O es que en eso no hay derechas o izquierdas?. Hay el interés nacional, si se quiere llamar así. Pero entonces, ¿se es de derechas o de izquierdas con lo que pasó en Afganistán? ¿También el interés nacional? ¿No será, más claramente, la simple conveniencia electoral?.

Escuchaba hace unos días a un compañero al que admiro,  y retirado como tantos, de la primera línea del periodismo, decir que la derecha española es fanática y la izquierda,  sectaria. Él ha pasado largo tiempo por ser de izquierdas, y aún sigue sintiéndose así. “Estoy convencido,  -añadía- de que los que tratamos de razonar en vez de adscribirnos al fanatismo o al sectarismo, sobramos. Ya se encargan de eliminarnos los adscritos”.

Pues eso.