Por JOSÉ LUIS BALBÍN

 

      “Hay políticos que quieren ser periodistas; hay periodistas que quieren ser políticos. Lo malo es cuando se juntan las dos ambiciones. ¡Es que lo quieren todo!”.

 

CON LO QUE ME GUSTA LA TELEVISIÓN,  cada día me quedo con menos programas posibles que ver. He ido desechando progresivamente los cutres y soeces, que se multiplican copiándose entre sí y como concursando para un “Guinness”.

A continuación, las sucesivas réplicas de cotilleo, rosas, rojas, granates…. Después,  los clónicos llamados debates –sobre los que creo que tengo algo que decir -, más inclinados hacia el “ring”, en el que casi todos,  – hay llamativas excepciones, llamativas precisamente por excepcionales- muestran desde el primer momento a qué partido pertenecen o parecen pertenecer, puesto que siempre encuentran bien o mal lo que diga el partido querenciado o correspondiente a cada uno, háblese de moros, de cristianos, de terrorismo, de tráfico…, no, sobre tráfico no, que en eso parecen funcionarios repitiendo los mismos lugares comunes. Los noticieros han ido convirtiéndose crecientemente en autopromociones de los programas de la propia cadena o también promociones publicitarias, en general, disfrazadas pretendidamente de noticias. Me quedaba el cine –porque a ese respecto tengo que confesar mi adicción total-, pero cada vez se parece más a los videoclips, siguiendo los pasos ya habituales del cine comercial de la calle, donde por lo menos tenemos la oportunidad de ver varias películas de calidad al año, sin necesidad de tanto estrépito, tanto taco, tanto galimatías laberíntico y tanto efecto especial pretendiendo compensar la falta de argumento.

Las grandes películas, las de toda la vida, que aún se produce alguna, casi siempre suelen ser sencillas…, que es lo más difícil, aunque no imprescindible.

TOTAL QUE ME HE QUEDADO  en  los documentales, con tal de que no sean siempre el eterno de un león comiéndose a un antílope. Los hay magníficos: de historia, de tecnología, de investigación…. Lo malo es que de eso hay poco. Dicen los programadores que porque no tienen suficiente audiencia, pero estoy hartamente convencido de  que si la tienen, lo que ocurre es que ellos promocionan lo otro. Los espectadores no tienen muchas oportunidades de comparar y, mucho menos, de acostumbrarse a otra cosa.

TODO ESTE LARGO PRÓLOGO viene a cuento de la permanente presencia de los políticos en los medios de comunicación. Conste que me gusta la política, que celebro como nadie la brillantez de algunos de sus protagonistas, pero ¡son tan pocos…! La mayor parte prescinde de las ideas, para dedicarse todo el tiempo –esta vez sin “casi”, las mismas repetitivas cutreces, unos contra otros, hasta aburrir a las ovejas o a las piedras, lo que es más difícil todavía, aunque ellos consiguen que no lo parezca. Hay uno que lleva varios años sin conseguir empezar un discurso sin citar no lo que debiera encandilarnos –si es que lo tiene-, sino al partido de enfrente o incluso a uno o dos solos de sus adversarios. ¿Y cuando llegan las campañas electorales, que ya son permanentes, sin solución de continuidad? Pues todo se convierte en “a escuadra que vamos facer”. El mundo con ellos será maravilloso. Menos mal que finalmente dan la risa; porque, mientras tanto, ya digo, aburren a las ovejas.

P.S. HAY POLÍTICOS que quieren ser periodistas; hay periodistas que quieren ser políticos. Lo malo es cuando se juntan las dos ambiciones. ¡Es que lo quieren todo!